Abdellah

Abdellah salió de Tánger con 14 años en busca de un futuro mejor. Había vivido siempre frente al puerto de esta ciudad marroquí y, cada día, veía cómo multitud de personas cruzaban el Estrecho, en los bajos de los camiones que se dirigían España, esperando encontrar una oportunidad en el país vecino. Entre ellos, estaba su hermano.

Dejar Marruecos no fue una decisión reflexionada. Abdellah tenía 14 años, y, como él explica, “ninguna persona tiene la capacidad de reflexionar siendo tan niño”. Conocía la técnica para colarse en un camión. De hecho, cruzó dos veces a España de este modo, hasta que la tercera se convirtió en la definitiva. Llegó al puerto de Algeciras después de haber pasado dos horas dentro del camión. Una vez allí, encontró a un hombre marroquí al que pidió llamar a su hermano, que estaba en un centro de acogida a menores en Madrid. Este contactó con unas personas en Algeciras, para que le comprasen un billete de autobús a Madrid.

Aquí se reencontró con él, pero no pudieron convivir esos primeros años en España. Los educadores del centro en el que vivía su hermano le llevaron a la Policía y, de ahí, a un centro de menores hasta que, finalmente, llegó al centro de acogida de menores migrantes y refugiados de la Fundación la Merced Migraciones. “Cuando llegué a La Merced sentía mucha nostalgia, solo quería que me derivaran al centro en el que estaba mi hermano, pero la acogida que recibí aquí me hizo cambiar de idea y adaptarme enseguida a este centro”, explica Abdellah.

Estuvo bajo la tutela de La Merced unos cuatro años, durante este tiempo aprendió español, se formó como cocinero, y se sacó secundaria. Ejerció como ‘cuidador’, una figura de referencia dentro de los pisos que, en ausencia del educador, se hace cargo de las necesidades que surjan y ayuda a los chicos en lo que necesiten. A raíz de esto, se le ofreció formarse en el ámbito de lo social. Empezó realizando cursos sobre extranjería, de monitor de ocio y tiempo libre, en mediación intercultural… Hoy, Abdellah, trabaja como educador en los mismos pisos de acogida de la entidad en los que vivió, ejerciendo como referente para muchos de los jóvenes que residen en ellos y orientando y ayudando a personas que, cómo él, dejaron su país y se encuentran solas en España. En la actualidad, se encarga de acoger a chavales de la misma manera que le acogieron a él. “Llegué a España sin nada y, gracias al apoyo que recibí en La Merced, no solo en cuanto a formación o a la regularización de mi situación administrativa, conseguí seguir hacia delante”.